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(No pedí permiso para reproducir esta columna de La Tercera. El juicio de la historia me absolverá jaja. La columna «Carta al Boris» es la que sigue.)

La historia es una mezcla de quiebres y continuidades. De olas que de vez en cuando azotan furiosas, y del mar de fondo que sigue imperturbable más allá de lo que ocurra en la superficie. Lo que pasó ayer, con la elección de Gabriel Boric como presidente de la República, parece lo primero, pero en verdad es lo segundo. Aparece como una disrupción, cuando es la continuidad de profundas tendencias históricas.

Las apariencias de ruptura son evidentes. Boric asumirá con 36 años, convirtiéndose en el presidente más joven que haya tenido Chile. El traspaso de mando será, también, el de mayor brecha generacional en 200 años de República: Sebastián Piñera, de 72 años, le entregará el poder a un sucesor que tendrá exactamente la mitad de su edad. Sin embargo, su elección es pura continuidad. Es la persistencia de los tres grandes procesos históricos que se han entrelazado para formar la conciencia política del Chile actual: los de 1988, 2011 y 2019.

Partamos con 1988. Como decíamos hace nueve días en estas mismas páginas (“El llamado de la tribu”), en ese entonces se formaron dos “tribus”, dos corrientes de opinión pública, que permanecen básicamente intactas hasta hoy. Pues bien, el resultado final fue de 55,87% para el candidato de la “Tribu del No”, Gabriel Boric, contra el 44,13% del postulante de la “Tribu del Sí”, José Antonio Kast. Cifras prácticamente idénticas a las del plebiscito de 1988, cuando el No derrotó al Sí, por 55,99% contra 44,01%.

Pura continuidad. Más allá de todos los cambios sociales que han transformado a Chile en las últimas tres décadas, el mar de fondo apenas se ha movido. “Chile sigue dividido en dos equipos, y el llamado de la tribu es más fuerte que nunca. La identificación política, vestir la camiseta del Sí o del No, obedece a patrones culturales demasiado profundos como para cambiarlos en una campaña de cuatro semanas”, decíamos antes de la elección. Los resultados lo ratifican. El Chile que nació en 1988 fue remecido en 2011, cuando una nueva generación de estudiantes y profesionales de clase media cuestionó el sistema político con un gran movimiento de protesta.

Pasaron 23 años desde el plebiscito hasta que una nueva generación decidió matar al padre. Ricardo Lagos, el símbolo de la tribu del No, fue apuntado con el dedo por los hijos de esa misma familia, que hicieron del laguismo y su creatura deforme, el CAE, los blancos de su crítica a la transición. Los mismos 23 años que pasaron en Francia entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y Mayo del 68, cuando los hijos de la generación que peleó la guerra decidieron matar al padre, Charles de Gaulle, como símbolo de una sociedad conservadora y opresiva. Es natural. Los que pelearon con De Gaulle contra los nazis, y los que lucharon con Lagos contra Pinochet, les guardaban lealtad. Tenía que ser la generación siguiente la que los cuestionara para desplegar su propio proyecto.

2011 fue la cuna de la generación que hoy llega al poder. Gabriel Boric, Camila Vallejo y Giorgio Jackson encabezaron la protesta, su institucionalización al llegar al Congreso, la formación del Frente Amplio y de Apruebo Dignidad, el sorpasso con que quitaron el liderazgo de la tribu del No a sus mayores, y el asalto a La Moneda en una marea electoral impulsada por un inédito voto joven. Con 56% de participación, un récord desde que existe el voto voluntario, Boric se convirtió en el presidente más votado, en la elección con más sufragios emitidos en la historia de la República.

Para que eso ocurriera, debió sumarse un tercer mar de fondo: el originado en el estallido de 2019, tributario directo, a su vez, del espíritu de 2011 y 1988. Desde entonces, con conmovedora consistencia, la ciudadanía ha expresado una y otra vez su voluntad de ejecutar cambios profundos pero pacíficos, para construir un nuevo contrato social que dote a Chile de una institucionalidad legítima, con cohesión social. El mismo petitorio de 1988 y de 2011.

Lo dijo en la marcha del millón, del 25 de octubre de 2019. Lo repitió con el triunfo del Apruebo, justo un año después. Lo reiteró en la elección de convencionales de mayo. Y una vez más, en las primarias presidenciales. Y si la primera vuelta, con siete candidatos repartiéndose la votación, pareció entregar señales confusas, el balotaje fue fuerte y claro: el mensaje sigue ahí, incólume.

Después de la primera vuelta, varios intelectuales y lobistas favoritos de los grupos de poder sacaron el cotillón para celebrar, alborozados, el funeral del espíritu del 25 de octubre. Decían que este fue un mal sueño de dos años, una locura colectiva pasajera. No entienden (no han entendido nunca) que octubre es todo lo contrario: es una nueva forma de expresar un deseo colectivo que permanece vivo desde la derrota de Pinochet.

La segunda vuelta permitió el acto final. Si en 2011 el hijo adolescente mató al padre, en 2021 el padre ya anciano bendijo al hijo adulto, y terminó así en paz lo que había empezado como guerra. La bendición del padre Lagos, y de la madre Bachelet, al hijo pródigo Boric, que vuelve más maduro y humilde tras haberse ido pegando portazos de la casa familiar, cerró el círculo.

La tribu del No, como una buena familia, pasa el bastón de mando a la nueva generación. Y el hijo pródigo, en su discurso triunfal en la Alameda, reconoce que sólo está tomando la posta de un proceso histórico. Boric lo hizo citando la famosa frase usada, entre otros, por Isaac Newton, al reconocer que se para “sobre hombros de gigantes”.

Es la única manera de ver más lejos. Pararse sobre la continuidad de la historia, para mirar al futuro.

8 Comments

  • Mar dice:

    Don Mario:
    Para las personas con educación, resulta un poco chocante leer los análisis generalmente equivocados de periodistas como el señor Matamala, quien evidentemente tiene un sesgo político que le impide cumplir su compromiso profesional con la VERDAD. Una vez más se equivoca. Es un fiel heredero que, se para sobre los hombros de uno de los máximos exponentes de ese periodismo comercial, el señor Paulsen, que para nada es un gigante sino más bien un liliputiense.
    En Chile prácticamente no ha habido gigantes. En el mundo si ha habido muchos. Pero cada vez que hablamos con la verdad, o citamos las buenas obras de los verdaderos gigantes, cuando intentamos imitarlos o cuando transmitimos nuestra experiencia, aciertos y errores, tenemos la posibilidad de convertirnos TEMPORALMENTE en gigantes. Todos sabemos lo que está bien y lo que está mal independiente de diferencias valóricas. En lo esencial pertenecemos a una tradición judío cristiana. Es en la sutileza donde está el espacio de los falsos intelectuales que intentan dividirnos haciéndonos olvidar lo esencial, en lo que todos estamos de acuerdo, volviéndonos miniaturas.
    El gran análisis que se puede hacer de lo que pasó el domingo, es que pareciera que mucha gente por fin se dio cuenta que votando se puede ejercer el poder e impulsar cambios. Pero esa oportunidad siempre estuvo disponible. Sin ir más lejos el 2018 Beatriz Sánchez era la alternativa de quienes fueron mayoría esta vez. No había necesidad de marchar, protestar o destruir. Solamente con votar era suficiente. Y así debe ser siempre si creemos en la democracia.
    Ahora lo que se necesita es EDUCAR con la VERDAD, y esperar que las personas sigan ejerciendo su derecho a votar y decidan más con la cabeza que con el corazón. El corazón apela al corto plazo. La cabeza apela al mediano y largo plazo que es lo que realmente permite a los países progresar. Finalmente fue la tortuga la que le ganó a la liebre. Pero sólo algunos nos acordamos como ganó. Paso a paso, lentamente sin parar.
    Cada vez que citamos o seguimos las ideas frecuentemente equivocadas de pseudointelectuales, opinólogos con título,que se equivocan sin saberlo, o que mienten deliberadamente, nos empequeñecemos. No nos volvemos gigantes. Mas bien lo contrario. Nos transformamos en un virus.
    Con respeto sincero. No el falso, como dicen por ahí…..

    • Isaquino Benadof dice:

      Mar:
      Varias veces en tu escrito mencionas la VERDAD, siempre he pensado que la verdad es tan variable como quien la menciona, y deberíamos decir «mi verdad», ya que no necesariamente es la de todos. Aún, aquella verdades científicas avaladas por experimentos, en algún instante se demuestra que hay otra nueva verdad. Basta con mirar la física para ver que la nueva física cuántica muestra nuevas verdades antes ocultas o no vistas.
      Asimismo indicas que no tenemos gigantes, en un país de liliputienses como el nuestro basta con destacarse unos cuantos centímetros y ya eres gigante, pero mas allá de eso, cada uno de nosotros produce sus propios gigantes.

      • Mar dice:

        La verdad es absoluta, aunque 2 verdades igualmente pueden coexistir. Una persona al frente mío no verá lo mismo que veo yo, pero si nos sentamos en el mismo lado debemos ver exactamente lo mismo. Si uno hace la pregunta, El sol sale de dia?, Verdadero o Falso? La respuesta es Verdadero, por que? Porque es lo correcto. De la misma manera Si se preguntara El sol sale de noche? la respuesta es Falso porque es lo incorrecto. El compromiso de todos, más aún de un periodista debe ser siempre con la verdad. Pero hay muchos que más que con la verdad tienen otros compromisos y se «venden» a la falsedad, que es lo contrario de la verdad. Algunos incluso se comprometen con la mentira, que es el tipo de falsedad mal intencionada. En el caso de la ciencia que se menciona por supuesto aparecen nuevos conocimientos, pero generalmente aportan mayor información a la verdad ya conocida por lo tanto no son incompatibles.
        La verdad nos exige ser valientes, pero a veces ser valiente incluso puede implicar la «muerte mental» esa a la que todos tememos inconcientemente porque implica que cambiemos a tal punto de ya no ser quienes hemos sido siempre. Al punto de no poder reconocernos a nosotros mismos. Por eso la gente se aferra a sus creencias primarias, por miedo. Educar con la verdad es la verdadera igualdad. Y no hay mucho más que inventar al respecto. Solamente aplicar lo que desde tiempos inmemoriales ya se sabe.

      • Mario Waissbluth dice:

        La columna es de Matamala, no mía

      • Mario Waissbluth dice:

        La columna es de Matamala, no mía. Saludos 🙂

    • Ce dice:

      Después de ese largo párrafo que escribió, que quiso decir??? Le recomiendo entender la siguiente frase… “el que mucho abarca poco aprieta” ojalá en sus próximas opiniones no divague tanto y diga algo que se pueda entender

  • Maria Cristina Zamora dice:

    Magnífico análisis el de Daniel Matamala en La Tercera: “estamos parados sobre hombros de gigantes”. Mil gracias por traerlo! De lo contrario no lo habría leido!

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