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Algo de biología básica.

Me presento. Soy uno de los muchos nervios que conecta el tacto del dedo pulgar del pie derecho de Mr. W. hasta su cerebro. Mi razón de existir, la que me dio Diosito (o Darwincito más probablemente), es informar de manera casi instantánea al cerebro del susodicho cuando este se pincha con una tachuela, de modo de tomar acción evasiva inmediata. Mis primos cercanos le avisan cuando el dedo se quema o bien cómo se siente el simple tacto del calcetín.

Claro está que otros de mis primos sensoriales están ahí para el deleite que tienen nuestros anfitriones cuando se refriegan o manosean o besuquean o… con sus prójimos de distinto o igual sexo. Por algo se dice que el principal órgano sexual de los humanos es la piel. Sin duda el más grande, con 2-3 mt2 y varios kilos de peso. Apuesto a que usted no sabía eso. En ciertas partes del … y de la …. y de los labios de arriba y abajo, la densidad de terminales nerviosas es muchísimo mayor, y usted ya se imagina por qué y para qué. 👹👹

Mr. W. creía que a cada mm2 de su piel le tocaba un nervio, que iba derechito desde el pulgar hasta el lóbulo parietal de su cerebro, pasando por los 50 cm. de médula espinal, su osso buco personal, pero no es tan simple. La naturaleza ahorra. En realidad, yo transporto en mi interior hartas fibras nerviosas, y esas si que llegan cada una a un “botón terminal” de placer o dolor o vulgar tacto. Es más enredado que la red de telefonía internacional, pero hasta aquí me la puedo sin latearme yo mismo y al lector.

La polineuropatía.

Poli (muchos) neuro (nervios) patía (enfermos). Muchos nervios enfermos. Aquí es donde se le comenzó a complicar la vida a mi anfitrión, Mr. W. Si usted ha visto como entraba la señal de teléfonía fija a la casa, es un manojo de fibras eléctricas muy finas, cada una recubierta por un plástico delgadito para que no hagan cortocircuito entre ellas. En nuestro caso, nos protege la mielina, una sustancia medio grasosa y asquerosienta que nos recubre para que la señal de la tachuela llegue al cerebro y no a cualquier parte.

Esta enfermedad, la polineuropatía, se produce cuando la conducción de los nervios se daña, y/o hay cortocircuitos por daño en la mielina. De esta enfermedad vive una profesión completa, (casi todos) los neurólogos. Punciones lumbares, electromiografías, resonancias magnéticas y la cacha de la espada para entenderme a mi, a moi, me da sensación de superioridad y me creo el hoyo del queque😁. Las estadísticas gringas dicen que hay un… chachaaan… 10% de neuropáticos en USA, y por ende en otros países. ¿Pero cómo tantos??? Primera vez que me entero, dirá el lector.

Fácil. La mitad de los diabéticos la padece, y en América Latina hay un 11% de diabéticos, o sea, 5.5% de neuropáticos. En los casos más severos, el diabético pierde completamente la sensibilidad en los pies, y si se descuida por ejemplo con una pezuñita encarnada, termina en gangrena y amputación, una de las principales cirugías del sector público. Por esos los consultorios primarios chilenos invitan a sus usuarios para hacerles tratamientos de podología, no es broma. 😩

Mi anfitrión Mr. W. no tiene diabetes aunque anda cerquita, coquetea con ella cada vez que se sacrifica comiendo helado de manjar y torta de lúcuma. Golosito el gil. Como es harto quemado, para que le digo lo contrario, aparte de sus estupendos linfomas, ha tenido dos veces cáncer de vejiga, y ese tratamiento con una suerte de quimio local extraña (BCG), que el relatará en otra ocasión, le produjo la condenada neuropatía, y me dañó a mi pues. 😩

Las quimioterapias provocan otro 30% de casos, y el 20% restante son “idiopáticas”, eufemismo que quiere decir Ni P… Idea. Con eso llegamos al 10% del populus con neuropatía. Se me olvidaba decirles que es irreversible en un elevado porcentaje de los casos. Mr. W. ya lleva 5 años y no parece mejorar. O sea, moi, el nervio relator de esta historia, no me voy a mejorar. 😨

Lectores: apuesto a que 1 de cada 10 de sus conocidos la padece, o mejor dicho 2 de cada 10 mayores de 40 años, pues le ocurre en general a los vejestorios. Segurito que muchos van a contestar a esta columna. ¿Pero, cómo no me he enterado??? … seguirá diciendo el lector. Fácil. Es una enfermedad insidiosa y socialmente poco aceptable…

El dolor crónico

La santa mujer de Mr. W. soporta sus quejas a diario. Yo no se cómo lo aguanta. A veces son pocas, a veces son muchas, a veces está en un ayayay de dolor especialmente por las tardes. Es una santa, créamelo. En una época él llegó a estar zombi, adicto con las drogas opiáceas, como Dr. House. Desde la punta del pulgar donde resido, la observo, y ella se ríe con paciencia porque los deditos de Mr. W. se mueven involuntariamente jaja.

El ha agarrado un nuevo vicio muy extraño: ver en Netflix hartas películas violentas. De guerra, o de narcos malignos. No se ha perdido ni una temporada de Marginal, esa macabra pero  magnífica serie argentina donde la sangre chorrea por el plasma de la tele. Con eso queda tan concentrado en la violencia que se le olvida su violencia interna. Apenas termina el capítulo se vuelve a acordar de mí jaja. Además, el evita como la peste cualquier situación que le pueda causar stress. Ya aprendió la lección el pobre: un mal rato y yo me encargo de recordarle en el acto que no haga leseras. Por eso se jubiló, por los malos ratos que le hacía pasar la Ministra Cubillos cuando estaba en Educación 2020.

Si usted quiere reconocer a un(a) neuropátic@, le doy una pista: suelen andar con crocs para que no se le presionen los pies y/o tienen un andar un poco extraño porque se les afecta el balanceo.

Como le pasa a muchos y muchas (la fibromialgia es otra forma de neuropatía) la gente no tan cercana comienza a cabrearse un poco con el o la sufriente. Quejoso siempre el wn… debe ser hipocondriaca ella.  Por eso es que al final Mr. W. y sus compatriotas neuropáticos no andan contando esta historia, salvo a sus conocidos cercanos. Por eso se sabe poco pues.

Nadie que se sepa muere de neuropatía o fibromialgia. En ese sentido, no es grave, pero es una mierda para nuestros anfitriones, pues produce un gran deterioro de su calidad de vida, de ánimo, e incluso fatiga física. Y por cierto, deterioro del bolsillo. Mr. W. se gasta fácil unas 400 lucas mensuales entre gabapentina, desvenlafaxina y parches de neomorfina para que yo, el susodicho nervio del dedo pulgar, y mis colegas de todos los dedos de los dos piececitos de niño azulosos de frío dios mío como decía la Mistral, suframos un poco menos.

¡Neuropáticos del mundo, uníos! ¡Salgamos del closet! ¡Ley neuropática y remedios gratis! ¡Marchemos por la Alameda para exigir el derecho a ser escuchados con paciencia, porque esta weaita igual no se nos va!

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