La familia Zárate Fernández.

Camila Fernández, 36, está casada con Gabriel Zárate, 37, hace 16 años. Pololos desde el colegio San Felipe de Rancagua, a los 14, amor adolescente transformado en maduro, con dos bellas hijas mellizas de trenzas. Las pusieron a estudiar en el mismo colegio particular subvencionado, pero en su filial de la pujante comuna de La Florida, en la RM. Pagan 2UF mensuales por hija, cerca del copago máximo establecido por ley, y que disminuye año a año como lo estableció la Ley de Inclusión.  Los padres de Camila eran y son trabajadores de El Teniente, el de Gabriel era vendedor en Cencosud hasta que falleció. Su esposa heredó sus recursos de la AFP, con lo que puso el pie para un pequeño departamento.

Les dicen a sus amigos que el copago escolar “es el costo por mantener a las mellizas lejos de los flaites de la comuna” que según ellos pululan en los establecimientos públicos. Es lo mismo que opinaban sus padres cuando los pusieron a estudiar en Rancagua, odiando a los infelices de Educación 2020 que impulsaban aquella ley. Aunque ellos no lo saben ni les interesa, la segregación económica, social y académica es y seguirá siendo por décadas la principal enfermedad social del país, pero… no los critico por ello.

Tomás Schelling, Nobel de Economía 2005, escribió “Micromotivos y macroconductas”[1]. En él explicó cómo las personas, y las organizaciones, reaccionando a su entorno inmediato, no se dan cuenta de que sus acciones individuales, combinadas con las de otros similares, producen imprevistas consecuencias colectivas que pueden ser muy problemáticas para todos.  Yo me segrego, tu te segregas, él se segrega…. El país completo se segrega.

Así, Camila y Gabriel no militan en política y trabajan de sol a sol, ella como enfermera en el Hospital de la Florida, el como Supervisor de Obras en una empresa constructora. Ambos tienen títulos técnicos de Inacap, y siguen pagando su crédito con aval del estado. Viven apretados pero felices, co-pagando el colegio de los niños, los caros libros, su crédito con aval del estado, el hipotecario, así como la Isapre de los cuatro y sus dos AFP. Les queda lo justeli para los asados findesemaneros en el pequeño jardín de su casa, y para un viajecito anual al Caribe, que les sale harto más barato que ir a Puerto Varas.

Sus mellizas últimamente les han sacado canas verdes: participaron en 2ª línea como ayudistas de los que tiraban cascotes y molotov, y salen fielmente los viernes a dejar la escoba en la Plaza Italia, mientras las esperan en casa aterrados. Tratan a sus papis de “fachos pobres” que no entienden que los últimos 30 años han sido un engaño para el país. Ellos les tratan de explicar que sus abuelos eran pobres como ratas, con piso de tierra, que apenas lograron pasarlos a ellos por la escuela y el Inacap, y que esos vilipendiados 30 años son los que les permiten a ellas viajar al Caribe y estudiar en una casita con calefacción a gas pero… las lolas de trenzas consideran que esos son razonamientos burgueses. Hicieron campaña por el Apruebo y quedaron totalmente shockeadas y confusas con el resultado. Son octubristas.

Aunque Camila y Gabriel no lo tienen claro, ambos son herederos ideológicos de Jaime Guzmán, quien dejó en Chile una impronta que marcó una época cultural de varias décadas, que prosigue medio sigo más tarde, y que fue el verdadero triunfo de la dictadura: el individualismo acerbado.

Isapre y AFP para los Zárate Fernández, Fonasa e INP para roteques. Un seguro complementario de salud para toda la familia pagado por el Hospital de Camila. En el Chile escolar tenemos colegios particulares pagados para la crema y nata, otros para la leche entera (subvencionados con copago), la semidescremada (subvencionados sin copago) y los municipales para la leche full descremada. También tenemos leche semi-descremada fortificada con vitamina D: los liceos de excelencia que inventó Piñera, que descreman al 0.5% de los alumnos y se llevan a los mejores profes de cada región. Las mellizas vienen siendo leche entera.

Lo notable es que la mayoría del país considera esto perfectamente normal. Cuando uno trata de explicarles que el 90% de la matrícula de la OCDE es pública, y que lo poco que es particular subvencionada es sin lucro, ni copago ni selección… te creen, pero no te creen. Cuando uno insiste relatando que una embajadora suiza una vez me confidenció que estaba horrorizada con el sistema escolar de Chile, que allá todos mandan a sus hijos a las escuelas públicas más cercanas, piensan que debe ser una loquilla progre que exiliaron acá para bailar con los latinos.

Hay dos virus ideológicos perniciosos y contrapuestos en Chile. Uno es el octubrismo, que se ha tomado la cabeza de las mellizas Zárate Fernández y muchos habitantes de Ñuñoa y La Reina. El otros es el guzmanismo, el de los padres de las mellizas, de masiva presencia en La Florida, Puente Alto, y la mayoría de los núcleos urbanos regionales. Ojo, que guzmanismo no es derechismo, ese de los Kastistas y muchos habitantes de Las Condes y las otras cuatro comunas ricas del país. El guzmanismo era, hasta ahora, apolítico, salvo muchos que militan en el Partido de La Gente, ese que la elite de izquierda y de derecha no lleva de apunte, a pesar de ser, aunque usted no lo crea, el del mayor número de militantes de Chile. Creen en la libertad y el emprendimiento, y que les dejen sus lucas tranquilas.

La masiva derrota del Apruebo tuvo una buena proporción de guzmanismo, gente que no quiere que le toquen sus duramente ganadas lucas y su sólido estatus clasemediero. Esta vez las familias Zarate Fernández fueron en masa a votar. A ellos se sumó el derechismo tradicional, más cerca de 1/3 de centroizquierdistas amarillos como el que escribe y que demolimos el texto con críticas fundadas, y un 80% de mapuches. Interesantemente, los convencionales lograron enemistarse con casi 2/3 del país, y todavía no se escucha de ellos ni sus seguidores una pizca de autocrítica. Karol Cariola dijo que este fue un “pequeño paso atrás”, no una derrota descomunal.

A los Amarillos nos tocará transformarnos en partido, ojalá con prácticas mucho más sólidas y democráticas que los actuales, e imponer una nueva cultura de moderación y solidaridad en el país. Tomará décadas y no alcanzaré a verlo, pero sí a iniciarlo. El que nace chicharra muere cantando.

[1] Ver: “Cambio de Rumbo”, M. Waissbluth, Debate, 2013, pp 111.